La pregunta por la formación del pensamiento científico ha sido relacionada por mucho tiempo a los ámbitos académicos de las universidades, pero no sucede lo mismo cuando se trata de los procesos de formación en los niveles de educación básica y media, pareciera que la reflexión solo puede tener lugar en el plano de la investigación a gran escala. Esto ha tenido como consecuencia, que en el sistema educativo la formación del pensamiento científico se postergue para cuando el estudiante ingrese a la universidad.
Más aún en los últimos años se ha vuelto imperioso que en la educación se debe formar en competencias y en el aprendizaje significativo, por lo tanto es importante considerar la formación de nuestros niños y jóvenes en una actitud científica.
Elegir la formación en una actitud científica tiene varios beneficios: la primera es que cuando trabajamos un espíritu científico con los estudiantes, estamos trabajando un comportamiento práctico, un modo de relacionarse de manera creativa con la realidad, un modo de plantear y resolver las inquietudes que la experiencia del mundo le va planteando a una persona; igualmente y en un segundo beneficio, con la formación del pensamiento científico también estamos formando en la curiosidad, un estudiante curioso presta su atención en lo inusual y pretende explorar nuevos sentidos de las cosas, en nuestra escuela la curiosidad es casi siempre reprimida, quizá por esto es que se deba a que el comportamiento de la persona curiosa sea negada o se vea como un atrevimiento.
De modo que es importante la formación del pensamiento científico en la escuela, pues, no solo nos hace más inteligentes e instruidos, sino más sabios para tomar decisiones.